Nuestros días en Neo

(Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales)

Si una palabra pudiera resumir lo que vives cuando tienes a tu bebé en cuidados intensivos, yo usaría la palabra “ESPERA”, esperar largas horas para verla, esperar novedades, nuevos diagnósticos, nuevas noticias, esperar poder volver a ver su carita, esperar poder sostenerla en tus brazos, esperar que algún día todo pase y sobretodo esperar que finalmente todo termine bien.

Y en ese largo proceso de espera (sea que tu bebé este por una noche o por meses siempre será una larga espera) tus emociones cambian con una rapidez extraordinaria, puedes pasar en segundos de sentirte esperanzada a sentir el miedo más intenso que pueda golpearte, puedes pasar del desasosiego a la esperanza.

De manera que aunque por una parte sientas que el tiempo se “paralizó” de forma indefinida, por otro lado los sucesos acontecen con tanta rapidez que muchas veces no llegas ni a procesarlos cuando ya todo ha cambiado de nuevo. Sin duda alguna, al pensar en esos días, sé que definitivamente en esos tiempos Cristo fue nuestro sustento, roca y fortaleza.

Recuerdo la primera vez que me llevaron a ver a mi pequeña, la vi ahí con oxígeno y llorando desesperada; como si fuera hoy, vivo el sentimiento de impotencia al no poder cargarla y consolarla, la tristeza al no poder tenerla en mis brazos y recuerdo que al llegar a mi habitación, mi clamor a Dios fue: que Jesús la sostuviera en sus brazos y le diera el abrazo y el consuelo que yo no podía darle y que pusiera su gracia en ella para que todo el personal la amara. Y eso hizo, colocó grandiosas enfermeras (por las que estoy inmensamente agradecida) que se constituyeron en cuidadoras entregadas, amorosas e inigualables para mi hija y junto a ellas un gran equipo médico a su cuidado.

Y así inició nuestro largo proceso de 33 días entre máquinas, profesionales de la salud y complicaciones donde pudimos ver la mano de Dios obrar de manera milagrosa sobre la vida de nuestra niña y de la misma manera sostenernos a nosotros como familia.

Emah sufrió una hipoxia severa durante el parto y aspiró meconio. Al momento de nacer no lloró, no presentó reflejos, ni tono muscular por lo que fue reanimada e intubada y llevada a cuidados intensivos neonatales donde, a consecuencia del cuadro anterior, fue presentado diversas complicaciones: convulsiones, neumonía, sepsis grave, hemorragia cerebral, anemia y fallo multi-orgánico, por lo que resultaba ser nuestro pequeño milagro, que encontrábamos cada día luchando contra un mar de dificultades.

33 largos días, de retos, pruebas y temores pero sobretodo esperanza, fe y confianza en que nuestro Dios estaba en control. Treinta tres días difíciles que, con inocencia, pensábamos que era todo, pero que solo sería el inicio de nuestra nueva vida, de nuestra aventura, de nuestro caminar por el mundo con Parálisis Cerebral Infantil y una larga lista de diagnósticos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio