Dios es mi padre! Desde pequeña me enseñaron esa verdad y sin duda durante cada etapa de mi vida he podido ver la mano de Dios guiando mis pasos. Y como padre me ha enseñado, me ha consolado, me ha corregido e instruido y ciertamente me ha amado y tenido cuidado de mí hasta en los más pequeños detalles.
Sin embargo, siempre he luchado con el temor de perder su amor por mis errores, por mis debilidades y en muchos momentos por mi obstinación y orgullo. Claro a un nivel consciente recordaba sus palabras: con amor eterno te he amado! Y te tengo esculpida en las palmas de mi mano! Pero aún nivel más inconsciente luchaba, o más bien lucho, con la idea de que no soy suficiente, ni estoy donde debería estar, ni hago lo que debería hacer (lo que es totalmente cierto!!).
Uno de estos días meditando en su amor inquebrantable y luchando con mis dudas, vi a mi hija y entendí a otro nivel el amor de Dios.
Yo imperfecta, pecadora amo a mi hija de una manera tan intensa que no puedo describir y la amo no por lo que haga o deje de hacer, la amo a pesar de sus limitaciones, a pesar de que no cumple con ninguna de las cosas que debería hacer un niño de su edad, simplemente la amo por quién ella es, una perfecta creación de Dios. Y precisamente porque la amo la reto a crecer y a aprender cada día.
Entonces entendí que si eso soy yo con mis limitaciones, cuanto más grande y perfecto es el amor de nuestro padre celestial que aún nosotros siendo pecadores envió a su hijo para que muriera por mis maldades y así por los méritos de Cristo poder pasar una eternidad conmigo.
OH! CUÁN DULCE ES TU GRAN AMOR MI DIOS.